CAL

 
Escuchen las campanas

los incesantes sonidos del interior



Tres peregrinos las escucharon, se acercaron a la Tierra del Hambre...
Búsqueda de anhelos, huecos de sí, manos que abarcan para llenarlos; tres humildes esencias navegan en común...
C, A y L, sus letras, sus seres.


Honorando a la conciencia común
un abrazo se hizo para enlazarlos

C:  ¡Mediterráneo de voz! Prisma hacia la Nada, tan cargada de nos, tan vacía de mí...


A:  ¿Cuándo hiciste de la decadencia un deseo para vivir?
C:  No supe pero ahora sé, casi augurar mis pasos
L: Os escucho pero sólo sé , que quiero quedarme, aquí en mi cuerpo, no importa en qué barca, no importa el nombre de la base terrestre. Sé que huelo y existo.


L quiso cantar, detenerse sobre un desierto de ruido. La calma y la ausencia de humanos quisieron saber, de una brisa la eterna mirada:

Mar de llagas
Mar de sal
Introduzco mi salvia
en la inmensa boca de tu horizonte



C y A en una cúspide de nombres, dos mentes se preguntan, en un puente hacia el espíritu:

C: ¿Cuándo sentiste de un lugar un hogar?

A: Me preguntas desde el encuentro de los sueños, se ha de bajar, se ha de encontrar
arena y tierra.

C: ¿Dónde, A? ¿Dónde se hallan los elementos terrenales?

A: ¿Acaso has sabido del levante su ubicación exacta? ¿Has encontrado las piedras que sientes? ¿Supiste acariciar a tus pies de la misma forma que haces con tu ilusión?



En el reencuentro de C, A, L:

L: No olvidéis que el Sol otorga la vida. No olvidéis que el Sol puede secar, arrebatar la vida, con irradiación extrema y sin sapiencia de su sombra.

C: Voy a darle rienda a la experiencia, voy a permitir que los años me den exploración, voy a proyectar por ahora una casa azul, donde converjan

el grito, la luna, el deseo, 
un Sol vigilante que no me deje ir

allá donde lo opaco me ahogue.

©MaríaCánovas

María Cánovas

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