A menudo me contagia la tristeza, la inquietud, y aquellos límites apresurados hacia el precipicio de la lejanía. Como escape natural miro hacia arriba, atravieso el puente y al atardecer le acompañan las golondrinas, despidiéndose del final o ¿quién sabe? saludando a las nubes, aquellas que junto a su ocaso multicromático hacen para mí que este lugar tenga un sentido a las entrañas
más allá de los pies y de la arena.
He aquí una pequeña muestra celestial:
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgvVuuv5ySgeFNZFd2YtedM81qRVs9AfKJiNboih4lDgAQ3kcLmTvDxcBagccfBbFSpuAD8VfSxl4J3JUU-oY-PiSXfq4MPECYwmbwkmxATLj0DjqT4EJvfBkQ9dCYRBDwHzDMjK5Tzb1uk/s640/DSC_0020.jpg)
©María Cánovas
con-tacto: marescanovas@gmail.com
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